Crítica de ‘El brillo de las luciérnagas’ en el portal literario ‘Melibro’

Paul saca el máximo jugo a los espacios cerrados sumergiéndonos en un ambiente asfixiante y claustrofóbico.

[Texto de Rubén Gozalo extraído de Melibro.com]

El poder de la imaginación es ilimitado. A veces, las personas nos inventamos mecanismos de defensa para combatir nuestros miedos más profundos. En El brillo de las luciérnagas el pequeño protagonista necesita la luz para salir de la oscuridad en la que se halla cautivo. La capacidad de sugestión de las personas es tan increíble que uno puede ver gigantes donde se encuentran molinos de viento o destellos de luz donde solo hay simples guisantes. Decía El principito que lo esencial es invisible a los ojos, y que para ver las cosas que importan debemos utilizar el corazón. Los niños poseen esa magia para convertir lo banal en extraordinario.

En la segunda novela de Paul Pen nos encontramos con un inicio fulgurante. La primera parte de la novela me ha traído a la memoria la película Cube (seis personas, desconocidas entre sí, despiertan y descubren que están atrapadas en una prisión surrealista, un laberinto con un sinfín de habitaciones, cajas dentro de otras cajas). Aquí sin embargo, nos topamos con una familia (padres, abuela, dos niños y una hija) encerrada en un sótano que lleva años sin ver la luz del sol, desde que sucedió lo del fuego. Los progenitores están desfigurados por las quemaduras y la hermana, embarazada, lleva una máscara ortopédica ya que su rostro se parece al de la mujer afgana que carecía de nariz.

El acierto de la novela está en las potentes imágenes que proyecta el autor y que nos dejan entrever que el verdadero terror puede encontrarse en las situaciones más triviales. Así Paul saca el máximo jugo a los espacios cerrados sumergiéndonos en un ambiente asfixiante y claustrofóbico. A eso se suman los terrores adolescentes y las leyendas como El hombre grillo, un viejo con enormes ojos negros al que las rodillas se le doblan al revés y del que el joven protagonista huye. También nos hallamos ante la mirada inocente de un chico que está creciendo, que comienza a hacerse preguntas y que cuestiona cuanto le rodea.

El acierto de la novela está en las potentes imágenes que proyecta el autor y que nos dejan entrever que el verdadero terror puede encontrarse en las situaciones más triviales.

Destacan especialmente los constantes giros en la trama. Ese niño que quiere proteger a su hermana de la maldad, de ese padre autoritario que suele castigarle con frecuencia. A veces, las apariencias engañan y lo que perciben nuestros ojos puede no ser real. Pese a ello, la mejor manera de afrontar los miedos infantiles es enfrentarse a ellos, salir del cascarón y tratar de desvelar los misterios que rodean a la familia. Y eso hace nuestro joven protagonista.

En el libro hay dos historias: el encierro y la historia anterior. Ésa que nos habla de una niña desaparecida, un acantilado y un faro donde vivía una familia con un hijo que no estaba bien de la cabeza a consecuencia de un accidente. Ambas historias encajan como las piezas de un puzzle que el lector debe resolver.

Continuando con las analogías cinematográficas  El brillo de las luciérnagas me ha evocado a la películaEl bosque de M. Night Shyamalan, esa pequeña comunidad que trata de preservar un secreto, de mantener alejados a sus vástagos de la maldad de la civilización. Aun así, no siempre se puede proteger a los niños. Tarde o temprano descubren la verdad y, en ocasiones, las mentiras pueden llegar a hacer mucho daño.

Al principio relacioné la historia con el trágico suceso de Amanda Berry, Gina DeJesus y Michelle Knight, las jóvenes que fueron secuestradas, violadas y retenidas durante años en un sótano de Cleveland. Sin embargo, en el libro de  Paul Pen no hay oscuras intenciones sino el desesperado intento de unos padres por salvar a su hijo.